APRENDIENDO A ORAR LOS AMIGOS DE DIOS

PRIMERA PARTE

¿QUÉ ES LA ORACIÓN?

Para empezar me gustaría distinguir entre rezar y orar. Entiendo por rezar el hecho de recitar de memoria frases u oraciones aprendidas con anterioridad. Para la oración, sin embargo, no es necesario ejercicio alguno del intelecto. Se trata de una disposición interior y afectiva que busca solamente un encuentro en la intimidad con el Señor. En este sentido el Sr. José María Cázares decía que “El tiempo de buscar a Dios es la vida; el tiempo de encontrarle es la muerte: el tiempo de poseerle es la eternidad” así que la oración permite que nuestra vida esté dispuesta a ser inundada con la presencia de Dios.

Para ello no hace falta construir frases, ni poner en marcha la memoria. Sobran las palabras, basta únicamente la gracia de Dios y la voluntad del hombre: «Le quiero y quiero estar con Él» porque “La medida del amor es amar sin medida” situación que nuestro amigo el Sr. José María Cazares vivió y su ejemplo  nos invita a hacer lo mismo.

En este sentido podemos afirmar que la oración es un diálogo profundo con Dios, y, como en todo diálogo, se hace imprescindible la escucha, la actitud abierta y receptiva hacia Aquel de quien lo esperamos todo, en quien confiamos y a quien entregamos nuestra vida. “Orar es tener en la mano la llave de todos los tesoros celestiales; es penetrar en medio de la alegría, de la fortaleza, esa misericordia, de la bondad divina; es recibir en todo el ser, esa alegría, esa fortaleza, esa misericordia, esa bondad para llevarla consigo”(Cázares).

Si la oración es comunicación con el Señor debemos ser conscientes de que, más esencial que lo que nosotros digamos es lo que Dios nos puede trasmitir, y más importante aún que el mensaje siempre será el Emisor. Toda comunicación es válida en tanto en cuanto favorece el encuentro, de esta forma la mejor finalidad de la oración será procurar el encuentro íntimo y personal con el Señor.

¿POR QUÉ HAY QUE HACER ORACIÓN?

Hay un proverbio oriental que dice: «Si tienes un amigo recorre con frecuencia el camino hacia su casa, de lo contrario corres el peligro de que crezca la maleza y no encuentres el camino».

No encuentro frase mejor para expresar la importancia de la oración. La amistad/el amor es un regalo, el mejor regalo que nos podemos hacer los seres humanos, es por tanto gratuidad total y absoluta: nadie nos puede exigir amistad/amor ni nosotros se la podemos exigir a nadie. Sin embargo la amistad, una vez que se tiene, requiere ser cultivada, cuidada y atendida. Se convierte, de esta forma, en una tarea. El amor se alimenta con la presencia del amado.

Es necesario encontrar tiempo para estar con él. No es suficiente verlo y hablarle entre el barullo de la gente, hay que reservar un espacio para la intimidad, para estar a solas, para compartir la existencia con quien quieres. Cuando esto no se hace o se abandona, al principio se echa en falta, después la amistad va enfriándose poco a poco y al final la distancia y la lejanía provocan que estas personas acaben viéndose como extraños y desconocidos. La presencia del otro ya no dice nada, desapareció el afecto, murió el amor.

En nuestras relaciones con Dios nos puede pasar exactamente lo mismo. Más de una vez habremos observado a personas cercanas, comprometidas con el Evangelio y que, al volcarse en una activismo desenfrenado, empiezan descuidando la oración y acaban perdiendo la fe.

La oración, junto a la Eucaristía alimenta la fe, consolida la esperanza, acrecienta al amor. Si dejamos de hacer oración es como si dejáramos de comer. Al principio se siente hambre, pero después ésta desaparece (anorexia) y entramos en el plano inclinado de la muerte. En el caso de la falta de oración será muerte espiritual.

 CONFRONTO MI VIDA:

¿Cómo es mi relación co Dios?

¿He decidido dedicar tiempos concretos en mi vida para platicar con Él? ¿Cuáles son?

¿Puedo hablar con Jesús como se habla con un amigo? ¿Cómo cuido mi relación con Él? ¿Qué puedo hacer para continuar fomentando mi vida de oración?

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