RECONOCER EL AMOR DE DIOS EN EL CORAZÓN DE JESÚS

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn. 7:37) Estas palabras de Jesús tienen la fuerza para movilizar todo nuestro ser hacia Él, fuente de agua viva. Experimentar su amor tierno, misericordioso e incondicional; percibir cómo somos amados personalmente por Dios es fundamental en nuestra vida. La Iglesia ha encontrado un camino para reconocer el amor de Dios en el Corazón de Jesús: la vida la lectura orante de la Palabra de Dios, la búsqueda del verdadero y único sentido de la vida, la comprensión de lo que es la verdadera vida cristiana, el librarnos de ciertas perversiones del corazón humano y unir la práctica del amor de Dios y del amor al prójimo.

  El Papa Juan Pablo II, siervo de Dios y de feliz memoria, menciona que los Ejercicios pueden conducirnos a descubrir principalmente la devoción al Corazón de Jesús a través del «conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre» (EE, 104) y por la identificación progresiva con los sentimientos de Jesucristo.

1. Fundarnos en la Palabra de Dios

La Iglesia desea insistir cada día más en el valor de la Palabra de Dios. La revelación a Santa Margarita acerca del Corazón de Jesús, quiso poner de manifiesto, largamente, el misterio del amor de Dios revelado en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.

El amor misericordioso del Padre a los hombres, manifestado en su Hijo, Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, es el núcleo fundamental de la revelación y la misión específica de la Iglesia.

«La Iglesia parece profesar de una manera particular la misericordia de Dios y Descripción: altvenerarla dirigiéndose al Corazón de Cristo. En efecto, precisamente al acercarnos a Cristo, en el misterio de su Corazón, nos permite detenernos en este punto -en un cierto sentido central y al mismo tiempo accesible en el plano humano­ de la revelación del amor misericordioso del Padre, que ha constituido el núcleo central de la misión mesiánica del Hijo del hombre» (DM nº. 80).  El mensaje de la misericordia se nos transmite siempre vivo a través de la Palabra de Dios.

2. Respuesta a las inquietudes del hombre de hoy

a) El verdadero sentido de la vida humana hay que descubrirlo en la condición del hombre, creado a imagen de Dios: «Cristo manifiesta al hombre plenamente el propio hombre» (GS. 22). Precisamente por su condición de Hijo de Dios y de Hijo del hombre: «que trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre» (GS. 22.)

b) «Guardarse de ciertas perversiones del corazón» exige una purificación de lo más profundo y personal de la persona humana: «porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana, y por la cual será juzgado personalmente» (GS. 16). Además, conviene recordar que el corazón humano sólo se puede saciar en Dios (GS. 21).

c) La comprensión de la verdadera vida cristiana puede hallar su respuesta en la ley interior de la caridad que el Espíritu imprime en el corazón del hombre, como nueva alianza (cf. Jr 31,31-34).

La verdadera vida cristiana se funda en nuestra condición de hijos de Dios (1 Jn 3,1-2), gracias al Espíritu del amor que ha sido derramado en nuestros corazones (Rm. 5,5). La esencia de la vida cristiana consiste, en otras palabras, en «ser hijos en el Hijo» por la fuerza del Espíritu y en tener en nosotros los mismos sentimientos, la misma actitud de Jesucristo(Flp 2,5).

d) Responder a la unidad del amor que abraza a Dios y al prójimo. Porque el segundo mandamiento es semejante al primero (Mt 22,39). El mandamiento del amor al prójimo es el mandamiento suyo (Jn 15,12), mandamiento nuevo (Jn 13,33-35), compendio de la ley (Gal 2,14), criterio por el cual seremos juzgados el último día (cf. Mt 25,31-46).

Con el mismo amor con que el Padre ha amado a Jesús, Él nos ha amado a nosotros y nosotros debemos amar a nuestros hermanos (Jn 17,25-26): porque ésta es la verdadera señal de los discípulos de Jesús (1 Jn 3,16-17; Jn 13,35).

Descripción: altLa respuesta a las expectativas del hombre de hoy está en Jesucristo; pero ¿por qué hemos de insistir en que está «en el corazón de Jesús»? Porque estas respuestas están en lo más hondo del misterio de Cristo, Dios y hombre, que es lo que en el lenguaje bíblico se llama el «corazón» y que, en este caso, sería «en el Corazón de Jesús.»

3. Profundizar en los Ejercicios ignacianos

Para algunos resulta cada día más claro que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son un instrumento de formación cristiana de un valor singular, especialmente, para los hombres de hoy. Pero, como indica el Papa, nos ha puesto sobre la pista para que cada uno «descubra por sí mismo» este misterio, lo cual supone San Ignacio que es «de mayor gusto y provecho espiritual» (EE, 2).

El Papa menciona que los Ejercicios pueden conducir al hombre de hoy a descubrir la devoción al Corazón de Jesús:

Por el «conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre» (EE, 104). Esta gracia, intensamente pedida en todas las contemplaciones de la vida de Jesucristo, no puede menos de conducirnos al descubrimiento del «misterio» de su Corazón porque el conocimiento interno no se agota en la comprensión de su sensibilidad o de sus motivaciones, sino que debe llegar hasta la comprensión afectiva del núcleo unificante más profundo de la persona, que es lo que en la Biblia se entiende por «corazón»; incluso hasta llegar al secreto misterioso de la persona del Verbo encarnado, imagen del Padre, que se nos comunica por medio del Espíritu y que nos revela el amor misericordioso del Padre: «quien me ve a mí ve al Padre» (Jn 14, 9). ¿No es esto también lo que en lenguaje popular queremos significar cuando hablamos del «corazón de Jesús»? Hemos de enseñar a los hombres a hablar con Jesucristo «de corazón a corazón».

En la identificación progresiva con los sentimientos de Jesucristo, con los sentimientos de su corazón, siguiendo la consigna de Pablo: «Tened en vosotros la misma actitud del Mesías, Jesús» (Flp 2,5). Esta es la gracia que se pide en la tercera manera de humildad (EE, 168); o cuando se quiere obtener «dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí» (EE, 203), o la gracia «de alegrarme y gozar intensamente de tanta alegría y gozo de Cristo nuestro Señor» (EE, 221).

En la consagración a la persona y a la obra de Jesús, tan propia de la devoción al Corazón de Jesús, como indicaremos luego, tiene también un precedente muy Descripción: altsignificativo en los Ejercicios. Esta dedicación a Jesucristo surge ya desde la primera meditación de los Ejercicios, cuando el ejercitante se pregunta en el coloquio: «¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Él?» (EE, 53). Una consagración más consciente y generosa se hará luego, en la contemplación del Rey temporal, cuando «ofrecerá toda su persona al trabajo» (EE. 96) y se entregará «con una determinación deliberada a seguirla, aun a costa de pobreza y de humillaciones» (EE, 97). Pero, sobre todo, en la «contemplación para alcanzar amor» con aquella fórmula tradicional: «Tomad, Señor y recibid…» (EE, 234), que con razón ha interpretado modernamente el P. Pedro Arrupe como la fórmula ideal de la Compañía para renovar nuestra consagración al Corazón de Jesús (2 junio 1972).

En la experiencia del amor que Jesucristo nos tiene.

El énfasis de los Ejercicios está en la experiencia creciente del amor que Cristo nos tiene, como revelación del amor del Padre. Ya desde la primera semana nos hace experimentar el amor misericordioso que Dios nos tiene. Y esta experiencia va creciendo a través de las cuatro semanas, hasta la contemplación para alcanzar amor. Ignacio está bien persuadido de que no se puede atrancar el amor del corazón humano de Dios si no es porque Dios nos revela en Jesucristo, por medio de su Espíritu, el amor con que El nos ha amado primero (1 Jn 4,10). Porque la pedagogía del amor divino consiste en dejarnos amar primero, para que nosotros despertemos al amor de Dios y de nuestros hermanos. ¿Y no es esto mismo lo que debe pretender la devoción al Corazón de Jesús?

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